Ya lo predecía Peter F. Drucker hace veinte años, la empresa que hoy se adapta a los cambios que nos sobrevienen necesita la mitad de niveles de dirección, y por lo tanto, menos de la mitad de ejecutivos. Se enfrenta a los nuevos retos que surgen a través de grupos de especialistas multidisciplinares. Por ejemplo, en el lanzamiento de un nuevo software pueden estar implicados, marketing, desarrollo… e incluso operaciones. Ya no queda muy claro dónde está la frontera que delimitan los departamentos tradicionales en una organización. Y dado este escenario, el empleado debe afrontar su trabajo con una alta dosis de profesionalidad. Algo que parece una obviedad, pero que en la vida real no lo es. Profesionalidad que se traduce en una alta capacidad de auto-organización y coordinación con el resto del equipo.
Detrás de estos cambios inexorables, está la evolución y revolución tecnológica de la que hoy somos testigos: Big Data, el Internet de las Cosas, etc… Una empresa que gira en torno a un sistema ERP (Enterprise Resource Planning) para su administración, optimiza los procesos del negocio y facilita el acceso a la información. Estos avances hacen que se prescindan de una serie de capas de mandos intermedios, pero surgen la necesidad de nuevos perfiles con los conocimientos necesarios para transformar los datos en información útil para el negocio. Y por tanto, en un servicio de valor para el cliente.
Los cambios tecnológicos y culturales definen el contexto de muchas organizaciones hoy en día. Son empresas que entre sus activos cuenta el intelecto profesional, que saben cómo desarrollarlo y cómo potenciarlo. Lo gestionan para convertirlo en productos y servicios útiles. Estas son las organizaciones que forman parte de una nueva economía. Son las empresas de la gestión del conocimiento.