Nos encontramos en una época en la que, más que nunca, todos, jefes y miembros de equipos, con independencia de su nivel de cualificación o responsabilidad, tienen que mantener un alto nivel de optimismo y contagiarlo a los que les rodean. Todos para uno y uno para todos. El optimismo es tan contagioso como el pesimismo también lo es. El pesimismo te resta energía, te mantiene focalizado sólo en el problema, dejando que éste te supere. El optimismo te inyecta energía y motivación, y te mantiene focalizado en la búsqueda de soluciones.
Cuando flotas en el barco del pesimismo, a menudo acabas en el puerto de la ansiedad y, en el peor de los casos, en el la depression; y, ésto, es lo que menos necesitan las empresas hoy en día: trabajadores mentalmente ausentes, trabajadores desmotivados, trabajadores que no rinden, que no dan todo lo mejor de sí o trabajadores en baja laboral.
La situación de pandemia atravesada ha traído, abrúptamente, muchos cambios en cuanto a las formas de organizarse en las empresas, de relacionarse los miembros de los equipos, de dirigir, de colaborar, de los medios de publicidad, en los métodos de venta, etc; cambios que obligan, a las empresas que quieren seguir siendo competentes, a dejar atrás soluciones que antes funcionaban pero que, hoy, hay que “readaptarlas” o abandonarlas. Resistirte a los cambios sólo te lleva a no avanzar. Estos cambios nos exigen, entre otras cosas, hacer un mayor uso de nuevas herramientas tecnológicas desarrolladas y, por lo tanto, dedicar un tiempo, primero, a su aprendizaje y, segundo, bien a adaptar las anteriores soluciones mediante su aplicación o bien a agudizar el ingenio para crear nuevas formas de gestionar mediante el uso de las mismas. Todo ello suponen nuevos retos o desafíos que solo serán posible abordar exitosamente, además de con el necesario esfuerzo y dedicación, con una alta dosis de optimismo y motivación, así como con un buen equilibrio emocional para no decaer ante las adversidades o dificultades naturales que aparecerán en todo este proceso. No olvidar, además, que una buena salud emocional conlleva una buena salud física y viceversa.
Martin E.P. Seligman, después de 25 años estudiando a los optimistas y a los pesimistas, ha concluido que: 1) los optimistas gozan de una mucho mejor salud que los pesimistas y envejecen bien; 2) sobrepasan regularmente los promedios en las pruebas de actitud; 3) cuando aspiran a un cargo, tienen muchas más posibilidades de obtenerlo. Sus pruebas, con miles de personas, han revelado que hay personas pesimistas que jamás se hubieran considerado como tales y muestran, además, que los demás lo captan inconscientemente y reaccionan negativamente ante ello. Lo malo de esta revelación es que el pesimista que no se reconoce como tal, actúa y reacciona, consecuentemente, de manera inconsciente, arrastrando así a los resultados de su empresa o profesión en una espiral destructiva y negativa.
La buena noticia: el pesimismo es sólo un hábito mental y éstos no tienen por qué ser permanentes; pueden trabajarse y cambiar; puede elegirse la forma de pensar. Hay herramientas de Programación Neurolingüística o gestion emocional, acompañados por un Coach, que ayudan a ello. Hay que redirigir nuestro pensamiento hacia todo aquello que nos empodera y nos caracteriza; autorecordarnos todo aquello que nos otorga un valor añadido –
nuestros logros pasados, nuestra cualificación, nuestros conocimientos, nuestra capacidad, nuestras aptitudes, nuestra actitud positiva-; poner el foco en que “yo sí puedo y ésto también lo voy a superar” y repetírnoslo tantas veces como sea necesario. En lugar de refugiarnos en la ansiedad, insuflarnos de entusiasmo por los nuevos retos, los nuevos aprendizajes, las nuevas oportunidades de superación y crecimiento personal y profesional que la situación nos está regalando.
- Proponérnoslo como una meta.
- Hacernos cargo de esa responsabilidad.
- Cambiar la forma de percibir la realidad.
Todo lo que necesitamos para ello, está ya ahí, dentro de cada uno de nosotros. Sólo hay que sacarlo a flote.
Tenemos la capacidad, acompañémosla de la voluntad… y del optimismo. Para triunfar en la vida, tanto o más importante que el coeficiente intelectual, es el coeficiente emocional.
¿PARECE FÁCIL? LO ES… Y LA OCASIÓN LO MERECE.