Nuevos avances tecnológicos llevados a cabo estos días permiten a un grupo de científicos de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) crear un implante cerebral de tamaño similar a un grano de arroz el cual se disuelve sólo, logrando así evitar cables y operaciones: Los datos registrados por el mismo son obtenidos de manera inalámbrica.
Capaz de obtener información tan valiosa como nuestra temperatura o la presión del cerebro, apenas una semana después de haber sido introducido en nuestro cuerpo y una vez llevada a cabo su misión se desintegra sin causar ningún tipo de daño al paciente gracias a su escaso milímetro de largo y su fabricación con muy pequeñas cantidades de silicio y polímeros (lo suficiente como para que nuestro cuerpo disuelva el implante completamente de manera inocua para el paciente, eliminando cualquier riesgo de infección o rechazo). Por el momento se han realizado pruebas con éxito en ratones, siendo funcionales aproximadamente durante siete días.
Dicho sensor ha sido creado por las universidades de medicina de Illinois y Washington con silicio y PLGA (un polímero biodegradable) testándolo en ratas de laboratorio con éxito, . Es un campo en donde se están dando muchos avances, existiendo ya dispositivos electrónicos que pueden disolverse en agua cuya información contenida se pierde tirándolos simplemente a este líquido.
Teniendo en cuenta lo delicada que resulta una operación de cerebro, un avance como el que nos hacemos eco en estas líneas es más que bienvenido. Evidentemente, existe la posibilidad de que su uso sea aplicable también a otros órganos del cuerpo humano en un futuro ofreciendo nuevas funciones además de registrar temperatura y presión.
De continuar a buen ritmo la investigación siguiendo su curso, está previsto que la aplicación de estos sensores biodegradables en la medicina con humanos será posible en un plazo aproximado de entre cinco y diez años.