En las últimas décadas se están viviendo muy importantes avances en el ámbito de la genética y, la que más ha llamado nuestra atención estos días, es la noticia de que un equipo formado por bioingenieros del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) junto a la Universidad de Boston y el NIST (abreviatura en inglés de Instituto Nacional de Normas y Tecnología), han creado el primer lenguaje de programación para diseñar modificaciones genéticas y programar células vivas tan facilmente entendible que estará “al nivel de un estudiante de secundaria”, según palabras propias.
Un lenguaje de programación consiste, descrito de una manera muy básica, en un sistema mediante el que los humanos podemos dar instrucciones a una máquina; desde los primeros lenguajes-máquina, han sufrido una evolución alcanzando en la actualidad tal nivel que nos permite hacer cosas impensables hace 20 años. Nos encontramos, por definirlo de algún modo, ante los primeros pasos de la biotecnología.
Con la aparición de CRISPR, una nueva técnica de edición genética de potencial enorme, rápida, barata y fácil de usar, se pueden cambios en así cualquier estructura celular como el ADN o ARN.
Christopher Voigt, profesor de ingeniería biológica en el MIT, lo explica así: “Es, literalmente, un lenguaje de programación para las bacterias. Se utiliza un lenguaje basado en texto para poder usarlo desde cualquier computadora; luego de toman esas líneas de código, se compilan, se convierten en secuencias de ADN, y se ejecuta dentro de la célula”, “Hemos conseguido que procesos que durarían meses se reduzcan a pulsar un botón”.
Confirman que, de momento, se ha aplicado en “pequeñas modificaciones que permiten medir niveles de oxígeno o concentraciones de glucosa”, aunque se encuentran trabajando en proyectos mayores como una modificación que permita crear bacterias que produzcan de manera natural medicamentos anticancerígenos al detectar un tumor.
El equipo de bioingenieros del que ya hablamos al comienzo de este artículo, ya está desarrollando diferentes compiladores para otros tipos de bacterias y levaduras creando, así, la primera generación de lenguajes de bioprogramación.